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  • Foto del escritorLuz Adriana Lozada

Si se cansan… que solo sea de jugar


El 12 de junio es el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Millones de niños de todo el mundo se dedican a algún tipo de trabajo en su mayoría son explotados, no remunerados, si oportunidad de salud, educación y recreación, es decir, sacrificando su bienestar general.

Colombia no es la excepción. Basta con salir a recorres las calles principales de cualquier ciudad e incluso visitar alguna vereda, para encontrar menores de edad trabajando, aun sabiendo que es una violación a sus derechos fundamentales, ellos están allí, aportando económicamente a su familia a costa de sacrificar sus juegos, sus sueños y su debido desarrollo.

La realidad de pobreza, hambre, abandono, desplazamiento forzoso, violencia, factores sociales, culturales, la permisividad social, el trabajo informal, y la falta de efectividad en las políticas públicas para la infancia, son factores determinantes para que los niños, las niñas y los adolescentes lleven en sus pequeños hombros las cargas que generan el hecho de trabajar.

Según las Naciones Unidas, muchos niños en todo el mundo participan en actividades consideradas trabajo, bien sea remuneradas o no remuneradas y muchos de ellos participan en actividades peligrosas que pueden comprometer su desarrollo físico, mental, social o educativo. En los países menos adelantados, algo más de uno de cada cuatro niños (de 5 a 17 años) realiza trabajos que se consideran perjudiciales para su salud y desarrollo.

Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) las tasas de trabajo infantil

en Colombia para el 2022 fue de 4,8%. Durante el trimestre octubre-diciembre de 2021 más de 508.000 menores se reportaron dentro de la población entre 5 y 17 años que trabaja. De estos menores, 346.000 corresponden a hombres y 161.000 a mujeres. Además, del total, 171.000 tienen una edad entre 5 y 14 años, y 337.000 están en el rango de 15 a 17 años.

El trabajo doméstico es uno de los trabajos más realizado por los menores, una gran cantidad de estos niños y niñas viven en la casa de su empleador, aumentando su vulnerabilidad y exposición al riesgo de ser esclavizados, explotados y abusados sexualmente. En el campo, también existe un gran porcentaje de menores trabajando, ellos cocinan, ordeñan, limpian, podan, lavan, barren, actividades que les ocupa la mayor parte del tiempo. Estos menores trabajadores domésticos además se encuentran aislados, excluidos de las leyes por su carácter oculto. Otro de los sufrimientos que padecen los menores, es la separación de su familia y la dependencia a su empleador, trabajan por un plato de comida, situaciones que vulneran los derechos fundamentales de los niños, las niñas y los adolescentes.

Hay algo muy importante aclarar que se debe tener muy claro, que el trabajo infantil no debe confundirse con las "pequeñas tareas domésticas" que realizan los niños "en su tiempo libre y de acuerdo con su edad" para ayudar a sus familias y comunidades que, generalmente, son favorables para su desarrollo porque les permiten potenciar sus capacidades, crecer en conciencia y responsabilidad.

El trabajo infantil viene de siglos atrás, una gran cantidad de personas adultas, abuelos y abuelas cuentan cómo desde los 7, 8 o 9 años empezaron a trabajar: “Desde que tenía 6 años empecé a trabajar, mi papá me dejó en la casa del dueño de la finca en la que él y mi mamá trabajaban cultivando café y ordeñando vacas, la esposa del patrón necesitaba alguien que la acompañara en la casa del pueblo, allí me tocaba lavar, barrer, trapear y planchar, cuando estaba más grandecita, me pusieron a cocinar, allí estuve como hasta los 16 años … así fue trascurriendo mi infancia, yo quería ir a la escuela, aprender a leer y escribir, pero ya de vieja pude hacerlo”.

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia en el número 296 expresa que “el trabajo infantil y de menores, en sus formas intolerables, constituye un tipo de violencia menos visible, más no por ello menos terrible. Una violencia que, más allá de todas las implicaciones políticas, económicas y jurídicas, sigue siendo esencialmente un problema moral. La plaga del trabajo infantil, a más de cien años de distancia, todavía no ha sido eliminada”. Además, la doctrina social denuncia el aumento de la “explotación laboral de los menores en condiciones de auténtica esclavitud”. Esta explotación constituye una grave violación de la dignidad humana.

¿Somos entonces, conscientes de esta realidad que viven los niños? O más bien, ¿estamos siendo indiferentes ante esta situación?

El Papa Francisco hace un llamado a todo el mundo, respecto al trabajo infantil: “No más niños que no puedan soñar, jugar o crecer. Hay que animar a los Estados y a los empresarios a "crear oportunidades de trabajo digno con salarios justos, para que las familias no tengan que obligar a sus hijos a trabajar”.

De acuerdo a lo anterior, una de las responsabilidades que tiene todos los adultos, en especial los mandatarios es mejorar las condiciones de vida de las familias, crear fuentes de trabajo, oportunidades laborales, educativas y de salud, para reducir la pobreza y de esta manera, los y las niñas vivan como lo que son. Urge entonces, el fortalecimiento de los sistemas de protección social y políticas destinadas a mejorar la calidad de vida de los menores, que sea esta una tarea para el gobierno que comienza. No se puede seguir robando el futuro a los niños, restablecer los derechos de los menores trabajadores es una lesión de la dignidad humana.




Artículo junio
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