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  • Foto del escritorLuz Adriana Lozada

ERRADICAR LOS ODIOS Y FOMENTAR LA ESPERANZA ES EL CAMINO PARA EL VERDADERO CAMBIO



Estos últimos meses los colombianos vivimos momentos y situaciones muy difíciles, estresantes a raíz de la contienda electoral, la salud mental de casi todos, por decir algo, quedó muy alterada, puesto que afloraron los sentimientos más oscuros que un ser humano puede experimentar, como los odios, las rabias, la violencia, alimentados por los algunos medios de comunicación y las redes sociales, naturalizando la difamación y la calumnia, dejando por fuera toda ética y respeto por la fama y la dignidad de las personas.

A la violencia ocasionada por el conflicto armado vivida durante muchos años, se le suma la desatada en las redes sociales, cuyo detonante han sido los discursos cargados de odio, racismo, xenofobia, noticias falsas, estigmatizaciones, prejuicios y persecuciones que agudizó la división total de la sociedad colombiana. Esto tiene consecuencias reales en la vida y en la salud de las personas puesto que producen un daño directo a la salud mental, además promueve la exclusión, la intolerancia, la vulneración de sus derechos, la violencia y hasta la muerte.

En esta contienda electoral reinó la difusión de informaciones y noticias falsas para conseguir adeptos de un lado u otro, convirtiéndose en la mejor estrategia para hacer política y la manera más discutida para manipular las emociones de los más débiles y convertir al rival como un enemigo personal y social. Todo ello conllevó a desmarcar la línea que separa lo virtual con lo real, trayendo como consecuencia que dentro de los grupos de amigos, familiares y compañeros de trabajo se trenzaran peleas, rompiéndose amistades y vínculos de fraternidad existentes.

El Papa Francisco en la encíclica Fratelli Tutii con relación a esta situación dice que hay una gran ebullición en los medios digitales de “formas insólitas de agresividad, de insultos, maltratos, descalificaciones, latigazos verbales hasta destrozar la figura del otro, en un desenfreno que no podría existir en el contacto cuerpo a cuerpo sin que terminemos destruyéndonos entre todos. La agresividad social encuentra en los dispositivos móviles y ordenadores un espacio de ampliación sin igual".

Cabe recordar las palabras del Papa Francisco en su visita a Colombia, como un llamado de atención para todos y muy actual para el momento: “De nada sirve silenciar los fusiles si seguimos armados en nuestros corazones. De nada vale acabar una guerra si aún nos vemos los unos a los otros como enemigos”.

Según el Relator Especial sobre Cuestiones de las Minorías de las Naciones Unidas, Fernand de Varennes, “los esfuerzos en la lucha contra el tsunami de odio y xenofobia en las redes sociales parecen estar fracasando en gran medida debido a que el odio está aumentando, no disminuyendo”, a su vez, expresa que “la gran mayoría de las víctimas del discurso de odio en línea, son las mujeres y los miembros de grupos minoritarios, pero las mujeres mucho más de forma desproporcionada”. Esto lo pudimos constatar con los ataques hacia Francia Marques por su raza y las condiciones de vida de donde proviene, así como la cosificación de las mujeres y los machismos presentes en los mensajes de uno y otro lado de las campañas electorales.

Es muy preocupante para el desarrollo de esta sociedad colombiana iniciar un periodo presidencial tan divida y, sobre todo, odiándose los unos con los otros. Todo esto nos demuestra la necesidad de una verdadera y profunda reconciliación como un lugar de encuentro fraterno de todas y todos, que inicie con la reconstrucción de la credibilidad y la confianza personal, colectiva e institucional, así como del reconocimiento del otro como distinto, como hermano[v1] , como hijos de Dios, puesto que Jesús nos mostró que el amor al prójimo es, en definitiva, la puesta en práctica la fe que profesamos.

Para que este país coja el rumbo hacia el cambio, la reconciliación y la paz, se debe además de saber, sentir, que en el corazón de todo hombre y de toda mujer siempre alberga el deseo de una vida plena, y que, en cada ser humano, Dios ha infundado la fraternidad, para que esta sea la esencia para vivir en comunión con los otros, reconocernos no como enemigos o contrincantes, sino como hermanos para acoger y querer.

La Palabra de Dios nos ayuda a discernir las diversas situaciones y nos entrega el manual verdadero de convivencia pacífica y de amor para vivir realmente felices en medio de las diferencias y esto es poner en práctica la fraternidad y la amistad social como las vías más indicadas para construir un país mejor, más justo y pacífico, con el compromiso de todos.

Por tanto, la fraternidad, debe promoverse no sólo con palabras, sino con hechos, el respeto por los pensamientos de los otros permite un verdadero diálogo que nos lleva a dar un paso adelante frente a la polarización, contrario, como lo expresa el Papa Francisco, “la falta de diálogo, que implica que ninguno, en los distintos sectores, está preocupado por el bien común, sino por la adquisición de los beneficios que otorga el poder, o en el mejor de los casos, por imponer su forma de pensar” tal cual se vivió en las pasadas elecciones.

Hoy que iniciamos un nuevo gobierno que pregona un cambio para Colombia, nosotros también debemos cambiar, el orgullo por la humildad, el odio por el amor, los egos por la fraternidad, el miedo por la confianza. La invitación entonces, es acercarnos, reconocernos, buscar los puntos de encuentro y aquellos que nos distancian, mirar las diferencias con fraternidad; en otras palabras, buscar oportunidades nuevas que nos permitan construir juntos, sin miedos, con respeto una nueva Colombia.

Seamos como dice el Papa Francisco, “los héroes del futuro” porque fuimos capaces de romper esa lógica enfermiza y decidimos “sostener con respeto una palabra cargada de verdad, más allá de las conveniencias personales” en pro del bien común.


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